La situación política italiana se tornó insoportable para muchos ante la Segunda Guerra Mundial. Sucedió así con el doctor Nino Rogers que, debido a su origen judío, se vio obligado a emigrar desde Florencia a Londres. En 1938 marchó con su esposa Dada y su pequeño hijo de cinco años, Richard. Atrás dejaron un alto status social, como el reflejado por su casa en vía La Marmora, con sus espectaculares vistas a la cúpula de Brunelleschi.
Treinta años más tarde, justo antes de Nino jubilarse, él y Dada pidieron a su hijo Richard, quien entonces ya era arquitecto, que les proyectase una pequeña casa en Wimbledon. Richard Rogers tomó el encargo como una oportunidad única para devolverles el resplandor de la añorada vivienda en Italia.
La familia Rogers
La casa florentina de Nino y Dada tenía una gran azotea desde donde se dominaba la ciudad. En su interior abundaban los muebles de madera y mármol diseñados por el primo de Nino, el arquitecto Ernesto Rogers. Ernesto, que también tuvo que a abandonar Italia, era miembro fundador de BBPR, el estudio que proyectó la Torre Velasca en Milán, y editor de Casabella continuitá, la prestigiosa revista que generó el debate internacional de los años cincuenta sobre la noción de la historia y la ciudad.
En el éxodo de Nino y Dada hacia Londres les fue imposible transferir sus ahorros de Italia. Por ello, y a pesar de encontrar Nino trabajo en un hospital de Surrey, su primera casa inglesa no resultó nada parecido al hogar de Florencia. Era una lúgubre pensión que Dada trataba de evitar, saliendo a pasear su pequeño Richard por Holland Park “en una desesperada búsqueda de horizontes”.
Después de vivir en esta pensión, y a pesar de la insistencia de Dada en encontrar una vivienda moderna, se mudaron a una típica casa inglesa de los años treinta. En los suburbios de Surrey no existía entonces nada más contemporáneo.
La Casa Rogers
Si bien el matrimonio procedía de familias italianas acomodadas, la de Dada, que residía en Trieste, era aristocrática y culta. Dada fue una entusiasta del diseño moderno hasta el mismo momento de su muerte. Su hijo Richard recuerda que ella nunca se escandalizó por lo nuevo, que “amaba los colores vivos, las nuevas formas y los nuevos materiales". Ella creaba una cerámica que recuerda los bodegones de Giorgio Morandi, amueblaba su hogar con diseños de la Bauhaus, lo que resultaba excepcional en la posguerra británica, y, al final de su vida, siempre vistió diseños de Issey Miyake.
Previendo la jubilación a finales de los años sesenta, Nino y Dada Rogers anhelaron una pequeña casa económica y de bajo mantenimiento, flexible y que estuviese desarrollada en una sola planta. Querían una casa construida con rapidez en la que él pudiese realizar alguna consulta médica y ella tuviese su taller de cerámica. Pero, además de satisfacer estos requerimientos funcionales, Dada deseaba ante todo una casa con carácter, en contraste con la vivienda suburbana que nunca había sido capaz de amar.
En 1967, la familia encontró en Wimbledon una parcela con un denso jardín. Para lograr la máxima privacidad, Richard y su esposa Sue, que colaboró como socióloga, proyectaron la casa dividida en dos construcciones, con un patio en medio. La primera albergaba el estudio de cerámica y servía de barrera acústica frente la carretera de acceso. Tras el patio levantaron la vivienda que, tal y como nos la describió Richard Rogers, es "un tubo transparente con sólidos cerramientos laterales". La construcción consiste en unos marcos de acero, de catorce metros de luz, con sus fachadas laterales cerradas mediante una tecnología que, por entonces, sólo se estaba desarrollando en los Estados Unidos para la fabricación de contenedores frigoríficos: unos paneles aislantes revestidos de aluminio lacado y unidos entre sí con una junta de neopreno.
Los elementos industriales y la nueva tecnología fueron utilizados aquí por Richard Rogers para crear un espacio flexible y personal; lo que recuerda la tesis sobre la creación de espacios humanos que su tío Ernesto expuso en Casabella continuitá. Esta subjetividad fue parcialmente conseguida a partir del conocimiento que Richard tenía de su madre y de la fuerte atracción que ella sentía por los colores vivos. Se pintaron con gamas de amarillos y verdes los marcos metálicos, el banco de cocina, los estores y las mamparas correderas. Pero, más aún, a través del acristalamiento total de las fachadas frontales, la luz verdosa del jardín de Dada llega a inundar toda la casa, iluminando su cerámica, los sillones Eames y el mobiliario diseñado por Ernesto Rogers: la mesa del comedor de mármol y madera, el juego de sillas, la lámpara de pié y el maravilloso tocador de espejos.
La Casa Rogers es un lugar que comunica la historia y la cultura de una familia. La última foto que conocemos de Dada la muestra en su casa, con una sonrisa que irradia la convicción de haber recuperado la luz y la amplitud que había dejado en Florencia.
Pie de fotos:
a.Lord Richard Rogers (Florencia, 1933) alcanzó prestigio internacional como autor, junto a Renzo Piano, del Centro Pompidou en París (1971-77). (FOTÓGRAFO: DAN STEVENS, RRP)
b. Con la excepción de la casa para el artista Spender, las obras que Richard Rogers construyó anteriormente carecen de colores. Todas ellas son blancas, como la famosa Jaffe House, la vivienda que Stanley Kubrick eligió para grabar La naranja mecánica (1971). (FOTÓGRAFO: RICHARD BRYANT, ARCAID)
c. La luz verdosa del jardín de Dada inunda toda la casa. (FOTÓGRAFO: RICHARD BRYANT, ARCAID)
d+e. La Casa Rogers en Wimbledon, proyectada en 1967, fue el edificio que representó a la arquitectura británica en la Bienal de París de ese mismo año.
f. Dada Rogers (1908-1998). (FOTÓGRAFO: KEN KIRKWOOD)
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